-A la memoria de LUIS MORIÑA, desaparecido en los 70-
Con la complicidad del padre
el hermano mató a su hermano.
El soñante fue el condenado.
No lo enterraron en un pozo
y lo ocultaron en el aire
sin dar nombre a su muerte.
Fue una muerte sin cruces
repartida en ausencias.
Hay un pañuelo blanco que persiste en las plazas
y hay ojos sin mirada que no buscan su sangre,
orejas sin oídos,
terrón que se desarma
e impunidad que tapa la perversa guadaña
que al silbo acuchillara.
La palabra está muda y el miedo la acorrala,
hay papeles y cercas,
un micrófono oculto,
teléfonos pinchados
y una antena que eclipsa el sol que es para todos.
Tal vez con la mañana alguien logre enterrarlo,
hacerle una guarida en la tierra que toca,
entonces resucite la memoria y el rostro,
e incendie con el día otra vez una huella.
(c) Luciano Ortega
+ Poema escrito en noviembre de 2000